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Monday, February 12, 2007

Gustavo 1

Para Ignasi y Terry

Gustavo 1
La búsqueda

Hacía tiempo que Gustavo no salía a la luz, tanto que desde que se perdieron sus últimos manuscritos no había sentido la necesidad de resucitarlo. Que eso sucediera fue realmente una necedad, y por otro lado, el hecho de que el destinatario de los mismos, Ignacio, hubiera pasado a mejor vida llevándose consigo – de manera harto involuntaria - los originales y las copias de las aventuras de Gustavo, con las que pensábamos realizar unos cortometrajes; que quién sabe, quizá hubieran dado para algo más, también fue una casualidad, pero eso probablemente nunca lo sabremos. Desde luego, en este preciso momento es pura utopía pensar que algún día puedan aparecer esos escritos. El caso es que ante la imperiosa necesidad de escribir sobre algo someramente literario, no se me vino a la mente nada mejor ni peor que ese alter ego que tan buenos momentos me había procurado en el pasado. La verdad es que había transcurrido un largo período de tiempo; más no tan largo como para que Gustavo hubiera, por lo visto, desaparecido totalmente de mi imaginación. Lo cual celebro.
Así es que parece que este va a ser el momento en el cual nace una nueva aventura de este sin par detective bebedor,-otrora conocido en ciertos ámbitos noctámbulos, hoy desaparecido personaje literario de cuyas aventuras etílico filosóficas y sus famosos retiros espirituales durante los cuales su principal virtud era no investigar nada para dejar que todo sucediera a su alrededor, lo que en esencia parece sencillo sin serlo en absoluto-; del que no queda constancia más que en la mente de su creador.
Sólo él lo recuerda. Y lo cierto es que nunca han dejado de ser una misma persona, aunque en todo este tiempo transcurrido no se habían vuelto a necesitar. Hasta hoy, hasta esta noche. Así de simple, de esta sencilla manera se había producido la tantas veces postergada reunión. Gustavo Kurdeski ha vuelto.
Y ha vuelto para quedarse...

A un palmo del suelo.

Esa era la sensación que Gustavo adquiría en determinados momentos

Acotación previa (año 86)
Realmente estaba decidido a resucitar aquel personaje surgido de mis aventuras reales e imaginadas; todas ellas entremezcladas, que era algo así como un alter ego, una necesidad de dar rienda suelta a todas esas jugadas del destino que lo convierten a uno en un desconocido de sí mismo: Gustavo Kurdeski.

Era bastante difícil precisar algo que tocase fondo en aquel asunto tan complejo.
Incluso cuando me preguntaron me di cuenta de que no era capaz de explicar como me había metido en él. No sabía por dónde empezar y lo cierto es que estaba bastante cansado. Esperaba encontrar alguna buena pista, algo que me pusiera en el buen camino.
Paquito me había dado alguna información, aún no sabía si era cierta, por ello me encontraba ahora en aquel antro, rodeado de una peculiar fauna de personajes que, lejos de extrañarse de mi presencia, parecían esperar que yo actuara, o dijera alguna cosa que me identificara, puesto que en las dos noches anteriores había aparecido sin más, para infiltrarme entre ellos, esperando agazapado en un rincón que alguno de ellos esclareciera el asunto que me había llevado hasta allí.
En realidad, este era sólo uno de los múltiples bares que había visitado en los últimos días, había anclado allí sin saber porqué, es decir, sin ninguna razón aparente, pero a sabiendas de que de ese lugar sacaría algunas conclusiones que me ayudarían a escapar de aquel estado dubitativo en el que me encontraba.
Creí reconocer a algunos de los personajes que se hallaban en la barra, pero sólo fue una sensación momentánea pues al levantar la vista del vaso, todos habían desaparecido.
La barra estaba vacía y sólo quedaban ya dos personas en un rincón, opuesto al mío, y la chica, que les acababa de servir las copas, miraba el reloj, seguramente en espera de la hora del cierre.
Justo cuando pagaba las cervezas que debía para irme apareció en la puerta un tipo de aspecto desaliñado, con barba de un par de días, que se dirigió hacia mí con paso decidido, cuando por su pinta, esa era la última manera en que hubiera esperado verlo caminar. Se paró enfrente de mí, y me dijo mirando nerviosamente a ambos lados y hacia la camarera. “¿Es usted Gustavo Kurdeski?”. Le conteste que sí y rápidamente me hizo una seña para que me sentara. Él se sentó primero mientras yo, sin salir de mi asombro, aunque hubiera presentido que ese era el lugar de contacto, lo observaba con detenimiento mientras se dirigía hacia la mesa en la que yo había estado sentado hasta hacía un instante.
Una vez allí y sin apenas mediar palabra musitó sin titubear la siguiente frase: ”Usted es el hombre que necesitamos. La fracción estará muy contenta de saber que ha llegado”. Acto seguido sacó un revólver y lo puso sobre la mesa. “Espero que sepa usarlo” dijo, mientras se levantaba y salía en dirección a la puerta, lo suficientemente rápido como para que yo, aturdido aún por lo que acababa de oír, no acertara a seguirlo.
Cuando lo hice llevaba el arma en el bolsillo de la cazadora y me extrañaba que a mí, que me molestaba hasta la calderilla, me pareciera tan liviano el peso del revólver.
Esa noche dormí muy bien, convencido de que algo importante había sucedido aunque no supiera muy bien el qué, ni que sucedería el día siguiente. Sólo cabía esperar acontecimientos. No valía la pena hacer conjeturas ni precipitarse. El próximo paso lo darían ellos, la fracción, fuese quien fuese. Además eso no me había preocupado nunca. Cuando salí de casa era ya bastante tarde y me alarmé un tanto al ver en la esquina, junto al quiosco, al hombre que me había suministrado el hierro el día anterior. Me iba a acercar a saludarlo cuando me hizo una seña con el sombrero, indicándome que no lo hiciera. Me di la vuelta y eché a andar calle abajo.
A partir de ese momento me di cuenta de que nada de lo que hiciera iba a dejar de ser controlado por ellos, quienesquiera que fuesen. No era eso lo que me alarmaba, sino el hecho de no saber a quien dirigirme; estaba dando palos de ciego, solamente podía esperar, a sabiendas de que alguien o algo a lo que estaba predestinado me atraía lenta, e inexorablemente, sin que pudiera hacer absolutamente nada. Me había quedado seco, peor aún, caminaba sin rumbo, y además no sabía dónde meterme. De pronto lo vi claro, la luz de neón abrió un surco en mi mente mientras otro surco recorría mi garganta. Era un bourbon en su recorrido habitual, el latigazo de la úlcera me sacó de mi sopor. El segundo bourbon acabó de despejarme. Todas mis ideas se iban aclarando mientras mi mente se iba oscureciendo. Al cuarto Jim Beam ya había olvidado que hacía allí. En ese momento me dejaron una nota al lado de la copa. Decía “Hace rato que le espero en la calle”. Salí inmediatamente para ver quien era pero allí no había nadie, ni siquiera un triste coche aparcado. En la puerta de un local una chiquilla de unos veinte años aspiraba el humo de un cigarrillo con indiferencia. Me acerqué para preguntarle si había visto a alguien marcharse. Me miró perpleja y me dijo “Es a mí a quien buscas, gilberto, tienes que venir conmigo”. Sus ojos eran rasgados y de aspecto gatuno, y su mirada despedía un cierto aire intrigante. Quizá fue lo único en lo que me fijé. Me abrió la portezuela de su coche, que se hallaba situado unos metros más allá y me acomodé en el asiento delantero. Arrancamos y mientras la miraba, -no sabría decir cuanto rato estuve fijándome en ella- ya habíamos llegado. Me abrió la puerta de nuevo, y al salir nos hallamos frente a una mansión digna de nuestros antepasados. El número era el 19 y en la placa de mármol de la esquina estaba escrito el nombre de la calle: Soledad. Aunque me hubiera gustado hacerlo, no pregunté nada. Bajamos del automóvil y al entrar tuve un extraño presentimiento. Aquella sensación de haber estado antes allí; la casa avanzaba hacía mi como un apresurado recuerdo. Esta era la casa donde ambos habíamos nacido, yo había pasado los diez primeros años de mi vida allí, algunos de ellos en compañía de mi hermana, de la que me habían separado a esa temprana edad. ¿Era por eso que ella había venido a buscarme? ¿Qué motivo existía para que hubiera vuelto después de tantos años? ¿Tendría todo esto algo que ver con la fracción?.Por un momento, hasta dudé que fuera en realidad mi hermana. En el fondo, que más daba. Ella se adelantó sin mediar palabra, se hallaba en medio aquel salón deshabitado hacía demasiado tiempo como para no oler mal. Estaba claro que el lugar era el dormitorio habitual de algunos vagabundos que no sólo lo utilizaban para dormir. Me dio una arcada al aspirar aquella atmósfera tan cargada y maloliente. Estaba a punto de vomitar cuando oí su voz por segunda vez desde que nos habíamos encontrado: “Tampoco es para tanto, creía que estabas más curtido”, la oí decir, Ya ves, pensé, como si fuera la primera vez, hermanita. Ella debió adivinar mis pensamientos, pues me miró con ojos fraternales. Ya nos lo habíamos dicho todo, y casi no habíamos cruzado palabra. De pronto nos encontramos saliendo de la mansión. Nos miramos y nos dijimos adiós. Me subí el cuello del abrigo y eché a andar sin rumbo fijo, -era la forma de caminar que más me gustaba- un tanto mosqueado por todas las historias que habían acontecido en los últimos días y que lejos de solventarse resultaban no tener un final claro sino, como siempre en la vida real, seguían siendo historias inacabadas.
Demasiados encuentros en tan poco tiempo, no había manera de hilvanar la historia, más estaba claro que de allí debían salir todos los personajes, el punto de partida de todo lo que hervía en mi cerebro que no era otro que el de Gustavo Kurdeski. ¿Cómo?
Todavía no estaba claro, pero existía la posibilidad de un mañana tranquilo, de un sombrero bajo la lluvia, de encontrarme con Gustavo en cualquier bar, de una pista que a buen seguro me conduciría de nuevo al lugar adecuado. Tenía todas las trazas de ser un buen relato policíaco, de una lucha entre el bien y el mal, y ya que yo no estaba dispuesto a luchar conmigo mismo, tendría que encontrar al enemigo... por difícil que fuese.

BATTLE YE NOT WITH MONSTERS, LEST YE BECOME A MONSTER.

Todo el día siguiente transcurrió tranquilo. Yo no creía que eso fuera posible y tenía que hacer algo por remediarlo. ¿Qué? Cómo iba a saberlo, siendo como era el más despistado de todos en esta aventura. Esperaba una llamada, una señal, un gesto, un mensaje, una sugerencia, algo que hiciera que la situación cambiara de color. No estaba dispuesto a ir, como siempre, a arreglarlo a un bar. Estaba empezando a estar harto de que todas mis historias sucedieran cuando estaba borracho, y encima, además de pillarme en medio, de protagonista, no enterarme ni de la mitad ni acordarme de nada al día siguiente. Eso se había acabado. Así que si querían que yo participara en ello, fuera lo que fuera, que hicieran el favor de avisarme con tiempo. Y si además me pagaban mucho mejor. Mientras pensaba en todo esto..., suena el teléfono. Quizá fuera la solución al enigma. De hecho llevaba todo el día pendiente de ello, Sonó una, dos... muchas veces. Fui incapaz de descolgarlo.De repente dejer de tener interés en la puta fracción. Ni sabía quienes eran ni me importaba. Ni tan sólo me preocupaba que mi hermana tuviera algo que ver con ellos. Decididamente no era el mejor momento para seguir con esa historia. Mejor esperar hasta mañana. O pasado. Caso resuelto.