Gustavo 12
Working for the enemy
Trabajar para el enemigo, como decía la canción, -creo que era de Polanski y el Ardor, un grupo de la movida madrileña que me gustaba cuando tenía veintipocos años-, eso es lo que a veces hay que hacer. Es incluso tan provechoso como trabajar para uno mismo. Analiza lo que te digo: Es que acaso hay mejor sistema para conocer al perro que todos llevamos dentro que mirarlo a la cara, o al espejo, si lo prefieres dicho de esa manera. Así es como Gustavo se ha aproximado siempre a la resolución de todos los enigmas que se le han planteado a lo largo de todos estos años: personales y laborales. Hay que involucrarse en el caso, la investigación no siempre aporta lo que uno desea, o lo que sería necesario para la resolución del mismo, incluso la mayoría de las veces el problema no existe más que en tu mente o en la del cliente. Y ahí empieza lo malo de este trabajo, un exceso de implicación en cualquiera de sus aspectos, ya sean físicos, psíquicos, morales, o económicos, te hacen deslizarte inexorablemente por una senda que va mucho más allá de lo recomendable y cuyos efectos indeseables pueden ser demoledores, por muy bien amueblada que tengas la cabeza, y ese no es precisamente el punto fuerte de Gustavo, como todos sabemos. Sin embargo, ahí es donde se mueve realmente a sus anchas, ese es justo el lugar donde disfruta, cuando tiene que utilizar hasta la última de sus capacidades para salir airoso de la situación. Cuando se siente exigido y bajo presión, ese el momento en el que ofrece lo mejor de sí mismo. No te puedes imaginar el placer que se siente cuando se ve funcionar una mente preclara, que normalmente va al ralentí, a un ritmo tan superior al del resto, que hay que quitarse el sombrero ante él. Y no te vayas a pensar que él le da la más mínima importancia, pasa de esa historia. Sabe perfectamente cual es su potencial verdadero, más... no te equivoques: también sabe como desaprovecharlo.
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