Gustavo 2
La huida
Era de todos conocido, Gustavo Kurdeski. Llevaba meses sin asomar el hocico en busca de su trocito de queso. Decían que le habían visto últimamente, que estaba mucho más delgado, y que casi no bebía. Bueno, eso no era no era del todo cierto; sí bebía, pero lo hacía con una inusual mesura, y era como si no bebiera, lo cual era doblemente extraño, le había dado por no emborracharse. También decían que estaba mucho más centrado y que de nuevo rondaba a las mujeres, como en sus mejores épocas de aburrido, cuando sólo se podía distraer en compañía de mujeres.
Se refugiaba de tanto en tanto en un pequeño pueblecito costero, donde hacía vida de santo bebedor, casi nadie le conocía, y los pocos que lo hacían, no sabían nada de su otra vida, la de rata urbana metido a detective de la vida, que es lo que en realidad era. Aparte de todo esto tenía un buen trabajo, lo que motivaba su escasa atención por la vida de crápula nocturno que había llevado en otros tiempos, y hacía que sus salidas fueran pocas y nada espectaculares, en ellas sólo le movía la satisfacción personal, cosa que alcanzaba en muy contadas ocasiones, y le hacía lucirse poco y actuar en la sombra, bien pegado a la pared, de dónde sólo lo sacaban algún amigo o algún buen disco, ambas rarezas poco abundantes. En esos casos solía sonreír un poco, forzado por las circunstancias y por el hecho de verse descubierto, pedía algo de beber, si el momento lo exigía. Así estaban las cosas.El verano se aproximaba con velocidad y todos esperaban con ansiedad nuevos giros en la vida de Gustavo convencidos de que esta situación no podía prolongarse mucho más sin provocar algún brusco cambio.
Era cuestión de esperar.
1990.
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