anexo gk26a.10/888
dura es la adquisición del conocimiento
Era una noche muy clara. La luna iluminaba la estancia de una extraña manera. El miedo me invadía lenta, inexorablemente. La música, al contrario que otras veces, no actuaba como calmante, esas guitarras retorcidas me causaban gran inquietud. De repente la fosforescencia fue en aumento hasta tomar una forma casi sólida. Una especie de aura verde amarillenta se agitaba en medio de la habitación, no producía ningún sonido. Me froté los ojos para convencerme de que estaba realmente allí. No desapareció. Me levanté de la cama y yendo a su encuentro, me dirigí hacia ella. Me pareció percibir un ligero cambio en su movimiento: una especie de ondulante cimbreo me incitaba a atravesarla, a introducirme en ella, cosa que hice sin pensarlo dos veces. A partir de ahí, sólo recuerdo haberme visto envuelto en una vorágine de placenteras sensaciones, más de lo que nunca había soñado experimentar. Perdí la noción del tiempo. Cuando desperté, exhausto sobre la cama, parecía haber sufrido un gran desgaste, similar al de la adquisición del conocimiento tras un duro y continuado esfuerzo. No me hizo falta mirarme al espejo. Sabía perfectamente que ya no podía buscar aquel rostro conocido, no lo volvería a ver jamás. La experiencia había sido completamente satisfactoria aunque quizá ahora debería cambiar de nombre, puesto que no habitaría más aquel cuerpo.
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