Gustavo 10
La traición y el engaño
Así es como Gustavo se sentía a menudo, traicionado y engañado, por citar sólo un par de las ideas que le venían a la mente de tanto en tanto. En realidad era una sensación diaria, la mayoría del personal va a la suya y no se paran a resolver los problemas de nadie, ni tan siquiera se les pasa por la cabeza ayudar. Están realmente ocupados resolviendo lo suyo, tanto que creen que ellos son los únicos que tienen problemas. De hecho, piensan, “¿Es que va alguien más montado en este autobús, o en este metro, circula algún coche además del mío por esta carretera?, porque yo no veo a nadie”. Son como burros con orejeras, tienen la misma sensibilidad que un ladrillo, dicho ello sin querer ofender a los ladrillos. Hay tanta gente que cree que ponen las calles y que el sol sale cuando ellos se despiertan. Que engaño tan grande, que ciegos están, y lo peor es que no se dan cuenta. Todos hemos estado ciegos en algún período de nuestra vida, -no se puede mirar el sol de frente a diario- y a veces es por pura necesidad. Gustavo estaba cansado de esconderse, de refugiarse en la oscuridad, pero ése era un ejercicio absolutamente necesario para quien se somete a una exposición constante durante largos espacios de tiempo. Es de todos sabido que hace falta descansar, todos lo necesitamos, pero es que hay gente que no ha trabajado ni un solo día de su vida, y encima creen que lo están haciendo bien. ¡A lo suyo!. Y así les va; cuando necesitan de los demás, en la esquina ya no queda nadie, todos cogieron su camino hace mucho tiempo. Un día van a venir a buscarme para resolver sus problemas y no voy a aceptar sus casos ni por todo el oro del mundo. ¿Cuándo se van a dar cuenta de que no Gustavo no trabaja por dinero?.
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