Gustavo 6
La búsqueda 2 (El alcohol y la duda)
Esta todavía no sé como llamarla pero si tengo claro que Gustavo está en una fase de máximo apogeo, cualquiera podría darse cuenta de eso, no hace falta ni preguntar, si hasta había vuelto a su pasatiempo favorito, no, no me refiero a la lectura, ni a la música, estoy hablando de los dardos. Eso es tanto como hablar de una profecía. Hay señales tan claras que no hace falta ni interpretarlas. Ahora bien que historia podría salir de todo esto. Probablemente ninguna, así es que mejor dejarlo estar de momento, dejarlo volver a su cauce de manera natural, no se debe forzar la creación de nuevas historias si éstas no nacen solas. Aunque da la sensación de que a veces hay que empezar a escribirlas sin motivo, sin causa, dejarlas fluir, para que vayan adquiriendo forma, de pronto salta una chispa y el relato toma forma. Claro, si Gustavo está en su sitio hay historia, y esa es la que viene llegando, imparable.
Hoy no sabía si quedarse o salir, hacía un frío de cojones, de esos que cortan, y además no había mucha pasta para estirarse por ahí; si salir sin dinero era un verdadero problema para cualquier persona, para un detective como él era algo aún más complejo. No es que Gustavo necesitara el dinero para pagar a sus confidentes, cosa que no hacía, es que no tenía ninguno, sobre todo era que sin dinero no le servían en casi ningún bar, que era donde conseguía prácticamente toda la información, y si no la conseguía por lo menos no pasaba frío, y mientras tanto se ponía a tono, -de lo perdido saca lo que puedas-, y eso sí que lo tenía claro. Por lo menos se ponía a gusto, con mesura, eso sí, siempre con mesura; claro que su sentido del control hubiera sido ampliamente censurado por otros elementos de la profesión y por el mundo en general, pero esa es otra historia de la que hablaremos más adelante. Gustavo y su relación con el alcohol era algo sobre lo que se podían escribir libros, no relatos cortos. Eso dejaba poco margen a la salida. Debería ir a los garitos conocidos y poner cara de, ‘sí, ya lo sé, pero sin pasta dónde quieres que vaya’, o bien de, ‘luego te pago, tío. Joder parece como si no me conocieras, acaso alguna he dejado a deber alguna copa y luego he desaparecido para no pagar o algo así. Sí, ya sé que no estás obligado a fiarme, pero se supone que entre otras cosas para eso se es cliente de algunos lugares, ¿no?’. La amistad está por encima de todo, pero los dueños de los bares siempre se han resistido a admitirlo, y aunque sean tus amigos, que lo son, no es lo mismo pedir un favor, que te lo hagan ellos de motu propio. Cuando el negocio va bien, nunca hace falta pedir una copa gratis, cosa que además está muy mal vista. Cliente que pronuncia la frase ‘Oye, invítame a algo’, cliente muerto. Ahora bien, cuando la caja no canta, entonces es tarea imposible. Lo mismo te digo de los que tienen la costumbre de irse sin pagar o de decir: ‘no, es imposible que yo me haya tomado tantas copas, mira a ver si me has apuntado algo de otra gente’, siempre a la hora de pagar. Mira que es fácil pagar cada vez que te sirven, entonces si que te invitan de vez en cuando. Pero nunca, nunca, nunca por obligación, caballero.
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