Thursday, December 27, 2007

Gustavo 29b. Irrecuperable

Exactamente igual de irrecuperable que todo el tiempo perdido lo era la energía desperdiciada, los amigos y los enemigos perdidos en el camino, ahítos de lucha, distraídos y confusos por la multitud de elementos ajenos a ellos que creían controlar cuando pensaban con mayor claridad, ayudados por substancias que no supieron utilizar, y que les producían sensaciones que realmente nunca llegaron a asimilar, como quisieron creer. Simplemente las usaron al límite sin límite, -quiero más, lo quiero rápido y lo quiero ya, ahí lo tienes, y ahora qué, tú mismo-, porque lo desconocían todo sobre ellas, e hicieron un mal uso, incontrolado. Pensaban que solo servían para ir de fiesta, cuando debían haberlas usado por la fiesta. Gran diferencia, craso y grave error. Y error grave se paga caro. Con la vida, en según que ambientes. Es muy delgada la línea que separa la realidad de la ficción, tan delgada que es muy difícil caminar sobre ella, requiere un gran dominio y ello no impide que a veces sin darte cuenta estés en el lado contrario y sin vía visible de retorno. La imagen que me acude a la cabeza siempre que aparece el tema, y creedme, -aparece muy a menudo en este trabajo-, es la del caracol deslizándose muy despacio por el filo de una cuchilla de afeitar, con gran cautela y a la velocidad adecuada, -de manera que nunca se corta- y con la casa a cuestas. Gran sobreviviente.

Exactamente eso es lo que sucede en el lado salvaje de la realidad, donde se juega tan al límite que en vida te lo estás jugando todo, hasta lo más sagrado. Y hay gente por ahí que no lo sabe. Y mejor que no se enteren nunca. Porque entonces ya no se creerían las películas de acción, ni las de ciencia ficción, ni las de terror. Se darían cuenta de que la frase "la realidad siempre supera a la ficción" es absolutamente cierta. Twins Peaks era una gran serie, pero a la gente le costaba creerla. Y es que ni el investigador del FBI parecía investigar ni se preocupaba de nada que no fueran básicamente sus sueños premonitorios, los fantásticos abetos fronterizos y la tarta de cerezas de la cafetería del pueblo. Curiosamente, en esa época hubo muchísima gente que la entendió, y aún mejor, los que sin entenderla sabían que era muy real, mucho más de lo que parecía. Bravo por ellos. Si gustas de lo prohibido... al menos deberías saber que la velocidad puede resultar indigesta y peligrosa. Recuerda al caracol.

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